Descubre los productos recomendados por expertos que nos ayudan a calmar la piel más sensible y a mantenerla en su zona de confort para dejar a un lado las molestias. ¡Cuida tu piel cada día!
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Una piel sensible e intolerante reacciona más que una piel normal, es decir, es hiperreactiva. Experimenta sensaciones de cosquilleo, calor (quemazón), hormigueo y picor (aunque esto es poco frecuente), la mayoría de las veces de manera intermitente.
Estas sensaciones de incomodidad a veces también van acompañadas de enrojecimientos y se manifiestan de forma exagerada como reacción a estímulos de naturaleza diversa que, normalmente, no deberían causar irritación. Dichos factores o estímulos pueden ser físicos: radiación UV, variaciones de temperatura, viento o el propio hecho de frotarse la piel; psicológicos: por ejemplo, el estrés, o químicos: productos cosméticos, jabones…
Detectar este tipo de piel es primordial. Cuanto antes lo hagas, antes podrás usar los productos y cuidados adecuados. Sus síntomas son claros. Pueden aparecer tanto en el rostro como en cualquier parte del cuerpo.
Escamas, enrojecimiento, erupciones, inflamación, descamación y aspereza.
Pueden acompañarse de comezón, ardor, tirantez y pinchazos.
Sin embargo, a nivel facial, reconocer una piel sensible se complica. La barrera cutánea es más débil y se ve afectada por un exceso de pérdida transepidérmica de agua (PTEA), facilitando la presencia de agentes irritantes. Además, el grosor de la epidermis puede ser tan delgado como 0.02 mm, en comparación con un grosor promedio de 0.1 mm en otras partes del cuerpo.
Es imposible mencionar un solo motivo. Porque causas, hay muchas (y más de las que te imaginas). Desde cambios extremos de temperaturas hasta periodos de lactancia, embarazo o alteraciones emocionales. Exposición solar, polución, una mala alimentación o no quitarnos el maquillaje de la forma adecuada puede hacer que nuestra piel adopte una mayor sensibilidad.
No obstante, hay otros dos factores que influyen en la disminución de tolerancia de la piel:
Deshidratación. Una piel deshidratada muestra una barrera de la piel más debilitada, por lo que favorece la penetración de agentes potencialmente irritantes y muestra una mayor sensibilidad.
Secreción excesiva. Parece que las pieles intolerantes tienen una secreción excesiva de ciertos neurotransmisores a través de las terminaciones nerviosas superficiales, así como de citocinas (sustancias secretadas por las células de la piel), las cuales promueven los procesos inflamatorios. Tales secreciones anormales son igualmente el origen de ciertas sensaciones desagradables que experimentan las personas afectadas. Las pieles sensibles e intolerantes se caracterizan, además, por una sobreproducción de radicales libres.
Posiblemente no te has planteado que, efectivamente hay una diferencia, pero la hay.
Una piel sensible se enrojece con facilidad y presenta irritaciones y picores. Es una piel alterada y muy frágil ante agresiones externas como la contaminación, los cambios bruscos de temperatura, una alimentación inadecuada, la falta de sueño, el cansancio, y otros factores asociados al estado emocional y psíquico como el estrés, la ansiedad, la depresión, etc.
Sin embargo, una piel puede estar sensibilizada y no tener ninguna patología dermatológica, siendo una característica que vaya asociada a alteraciones, estímulos producidos por ciertas intolerancias a productos de higiene de uso diario que estimulan y producen verdaderas alergias siendo responsables de la aparición de un eczema o urticaria.
Como cada piel es un mundo, lo más recomendable es acudir a un experto que nos explique cuál es la mejor vía para transformar nuestra piel. No obstante, hay pequeños hábitos que podemos introducir en nuestra rutina beauty para mejorar el aspecto de nuestro cutis:
Reduce el riesgo de intolerancia con cosméticos hipoalergénicos y no comedogénicos.
Protege, purifica e hidrata con productos de cuidado con mínimo de ingredientes, sin parabenos, sin alcohol.
Evita la exposición prolongada al sol y usa un fotoprotector.
Calma las irritaciones y las rojeces, restablece el confort cutáneo y refuerza la función barrera de la piel.
Ahora que ya sabes todos los pasos para cuidar de tu delicada piel como se merece, solo necesitas encontrar los mejores tratamientos calmantes, emolientes e hidratantes que fortalezcan la piel y alivien molestias, tales como:
Las dermis sensibles no son exactamente un tipo de piel. La sensibilidad puede afectar a todos los tipos de cutis, desde la adolescencia hasta la madurez. Sin embargo, hay pieles que presentan una mayor intolerancia y sensibilidad. Este tipo de dermis se caracteriza por ser hiperreactivas, es decir, reaccionan de una forma distinta al resto de pieles. Además, suelen experimentar sensación de incomodidad como tirantez, quemazón o picor cuando se exponen a factores como cambios climáticos.
Las pieles sensibles no presentan signos de enfermedades cutáneas y a menudo suelen parecer normales, pero esto es solo una apariencia.
Tras numerosas investigaciones dermatológicas, los expertos han evidenciado algunos factores desencadenantes de la sensibilidad cutánea. Entre ellos destacan:
Tener la piel sensible es una afección muy frecuente que padece un tercio de la población mundial. La mayoría de los casos se manifiesta en mujeres, ya que por cuestiones genéticas tienen una piel con mayor predisposición a la sensibilidad. A medida que envejecemos, tenemos menos posibilidades de manifestar sensibilidad cutánea.
Es importante recordar que la sensibilidad no siempre está causada por la reacción a los agentes externos. Puede ser un síntoma de alguna patología cutánea como la rosácea, la dermatitis seborreica o el eccema. Es importante consultar siempre con nuestro dermatólogo en caso de duda.
Una correcta rutina de cuidado diaria puede ayudar a reducir la sensibilidad y mantener nuestra piel en su zona de confort. Para proteger las dermis sensibles, es fundamental mantener el equilibrio cutáneo. Una tarea que solo es posible optando por productos adecuados y recomendados por nuestro dermatólogo. Es importante evitar los perfumes, conservantes y agentes surfactantes en los tratamientos y productos que usamos en nuestro día a día para reducir las reacciones inflamatorias.
Además, recuerda que el maquillaje también cuenta. Intenta escoger productos con fórmulas dermatológicas que ofrezcan el resultado que buscas sin perjudicar la salud de tu piel. Y recuerda que los pequeños gestos siempre suman, usa protección solar a diario y evita las duchas calientes que resequen tu dermis.
Sin duda alguna los tratamientos dermatológicos con fórmulas adaptadas a la sensibilidad cutánea. Cuando se trata de cuidar nuestra dermis, lo mejor es acudir a los expertos. Los productos con fórmulas dermatológicas están elaborados con activos eficientes, cuentan con pruebas clínicas, han sido desarrollados en laboratorios especializados en dermatología y son revisados por profesionales en el cuidado de la piel. Además, no llevan perfumes ni ingredientes reactivos en su formulación.
La sensibilidad cutánea puede afectar a cualquier tipo de piel y manifestarse en cualquier zona del cuerpo. Para evitar que la dermis reaccione de forma severa y nos cause molestias, es fundamental cuidarla a diario y alejarnos de los factores que pueden agravar su estado. Los expertos nos recomiendan evitar:
Exfoliantes químicos y físicos con hidroxiácidos y gránulos.
Los limpiadores agresivos elaborados con activos que causen reacciones.
Los cosméticos con activos irritantes como: AHA, retinol, perfumes, alcohol, etc.
Las mascarillas efecto peel off.
Los cosméticos elaborados con aceites esenciales, estos pueden irritar la piel.
Los protectores solares con filtros químicos, es mejor optar por filtros minerales.
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