Ventilar la casa es uno de esos gestos pequeños que marcan una gran diferencia. Airear los espacios renueva el ambiente, reduce la humedad, elimina partículas en suspensión y mejora la calidad del aire que respiras. Pero llega el invierno… y ventilar se convierte en un acto casi heroico. Abrir las ventanas parece sinónimo de frío, de calefacción desperdiciada y de ese escalofrío que te recorre la espalda en cuanto entra la primera corriente.
La buena noticia es que sí se puede ventilar en invierno sin congelarse. Solo necesitas hacerlo de forma inteligente, durante el tiempo adecuado y siguiendo unos cuantos trucos que te contamos hoy en el blog de Primor.
Por qué es tan importante ventilar en invierno
Aunque las ventanas estén cerradas, el aire de casa se contamina con más facilidad:
- Se acumulan olores, humedad y CO₂.
- Aumentan las partículas en suspensión.
- Se concentran virus y bacterias, especialmente cuando hay más personas en casa.
- La calefacción reseca el ambiente y dificulta la renovación del aire.
Una casa mal ventilada puede provocar sequedad ocular, irritación en la piel, dolor de cabeza, alergias y empeoramiento de la salud respiratoria. Por eso, incluso en invierno, airear es imprescindible.
Cómo ventilar sin morir de frío
1/ Ventila por ráfagas cortas (el truco más eficaz)
Abrir las ventanas de par en par durante 20 o 30 minutos es el clásico del verano… pero en invierno, es la receta para congelarte. La clave está en ventilar por ráfagas:
- 5 a 10 minutos,
- con ventanas enfrentadas,
- y preferiblemente a primera hora del día.
Este sistema crea una corriente rápida que renueva el aire sin llegar a enfriar las paredes ni los muebles (los responsables reales de la sensación térmica de la casa).
- Tip: si tu casa es pequeña, 5 minutos de ventilación cruzada son suficientes para renovar el aire por completo.
2/ Ventilación habitación por habitación
Si no quieres perder calor en toda la casa, ventila estancias individuales. Cierra la puerta, abre la ventana 5 minutos y deja que el aire se renueve solo en ese espacio.
Una vez terminado, cierra de nuevo y pasa a la siguiente habitación. Así mantienes la calefacción estable en las estancias que no se están aireando.
3/ Baja la calefacción durante esos minutos
No hace falta apagarla, pero sí reducirla. Si la mantienes a máxima potencia mientras la ventana está abierta, la calefacción trabajará más y no notarás diferencia en la temperatura final.
Bajarla un par de grados antes de abrir evita desperdiciar energía y ayuda a mantener el calor residual cuando cierres.
4/ Usa ventilación natural… y también mecánica
Si tu baño o tu cocina tienen extractor, aprovecha:
- Enciéndelo después de ducharte.
- Úsalo cuando cocines.
El vapor y la humedad se acumulan más en invierno, y un extractor ayuda a eliminar el exceso sin necesidad de abrir ventanas demasiado tiempo.
5/ Controla la humedad para evitar moho
La calefacción reseca, pero las humedades puntuales —como la de la ducha o al secar ropa en casa— pueden ser un problema. El exceso de humedad genera moho y empeora la calidad del aire. Usa deshumidificadores, coloca plantas que regulen el ambiente (como potos o helechos) o pon a secar la ropa en una habitación que puedas ventilar con ráfagas rápidas.
6/ Ventila más si hay más personas en casa
En invierno pasamos más tiempo en espacios cerrados, y esto hace que el aire se cargue antes. Si teletrabajas, tienes invitados o hay niños en casa, ventila con más frecuencia: dos o tres veces al día es suficiente, siempre con ráfagas breves.
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