Vivimos tan deprisa que, a veces, olvidamos que tenemos cuerpo. Habitamos la cabeza, las listas de tareas, el ruido mental constante. Nos desconectamos sin darnos cuenta. Por eso no sorprende que una de las tendencias de bienestar más comentadas del momento sea, precisamente, una invitación a volver a lo básico: tocar el suelo, literalmente.
El grounding —también conocido como earthing— es una práctica sencilla, casi primitiva, que consiste en conectar tu cuerpo con la superficie de la tierra. Caminar descalza sobre la hierba, sumergir los pies en la arena húmeda, tumbarte en la playa o apoyar las manos sobre un tronco. Gesto mínimo, impacto enorme.
Detrás de esta tendencia hay algo mucho más importante que un ritual viral: es un recordatorio de que nuestro cuerpo necesita contacto con la naturaleza para restablecer su equilibrio. Y, según quienes lo practican, puede ayudar a reducir el estrés, mejorar el sueño y calmar la mente.
Hoy, en el blog de Primor, te contamos qué es el grounding, por qué se ha vuelto tan popular y cómo puedes integrarlo en tu rutina de bienestar desde hoy mismo.
¿Qué es exactamente el grounding?
El grounding es una práctica que consiste en tener contacto directo entre tu piel y la tierra. Su origen está en la idea de que nuestro cuerpo puede beneficiarse del intercambio de electrones con la superficie terrestre.
Para muchas personas, es una forma de volver al cuerpo, de ralentizar el ritmo y recordar que no somos solo pensamientos: también somos piel, músculos, respiración y presencia.
No necesitas herramientas ni técnicas complejas. Solo un lugar donde puedas descalzarte y sentir.
Por qué se ha vuelto tendencia
No es casualidad que el grounding haya tomado fuerza en un momento donde estamos hiperconectados, saturados de pantallas y estímulos. Las prácticas que prometen calmar el sistema nervioso han ganado protagonismo, y esta es una de las más accesibles.
Qué beneficios se le atribuyen
Reduce el estrés
El simple hecho de pausar, respirar y conectar con el entorno natural ayuda a bajar el “volumen mental”. Muchas personas relatan una calma profunda tras unos minutos descalzas sobre césped o arena.
Mejora el sueño
Algunos estudios indican que el grounding podría favorecer un descanso más reparador al equilibrar el sistema nervioso autónomo.
Disminuye la ansiedad
El contacto con la naturaleza —aunque sea mínimo— tiene efectos comprobados en la ansiedad. El grounding actúa como un gesto de vuelta al presente.
Regula el estado de ánimo
Estar al aire libre, sentir el sol y activar sensaciones físicas puede elevar el ánimo de forma inmediata.
Mayor conexión cuerpo-mente
La práctica nos ayuda a salir de la mente y entrar en la experiencia corporal, un paso clave para gestionar mejor el estrés diario.
Cómo hacer grounding en tu día a día
La clave del grounding es la simplicidad. No necesitas más que tu cuerpo y un pedacito de tierra.
Hazlo en casa… si no puedes salir. Coloca una planta grande a tus pies, abre la ventana, apoya las manos en la pared fría: no es grounding en su forma más pura, pero sí un recordatorio corporal de pausa y presencia.
Camina descalza sobre césped. Cinco minutos bastan. Siente la textura, la temperatura, la humedad. Respira.
Pisa la arena de la playa. La arena húmeda es especialmente efectiva para conectar con el entorno. Hazlo al amanecer o al atardecer si buscas un momento más sensorial.
Apoya las manos en un árbol. Sí, suena poético, pero funciona: tocar la corteza y sentir su temperatura ayuda a reconectar de inmediato.
Túmbate sobre la tierra. Un gesto simple que activa una sensación de descanso profundo.
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