Subirse a la báscula nunca es algo que nos apetezca, ya que genera todo tipo de obsesiones: alegría, frustración, indiferencia o, en algunos casos, obsesión. Pero la realidad es que ese número frío y solitario no dice demasiado sobre nuestra salud. Lo que realmente importa no es cuánto pesamos, sino qué compone ese peso. Y ahí es donde entra en juego un concepto cada vez más escuchado en el mundo de la nutrición y el bienestar: la composición corporal.
La composición corporal hace referencia a la proporción de los diferentes tejidos que forman nuestro cuerpo: músculo, grasa, huesos, agua y órganos. Es decir, no se trata de cuánto pesa tu cuerpo en total, sino de cómo está repartido ese peso. Una persona puede pesar lo mismo que otra y, sin embargo, tener una salud completamente distinta si la distribución de grasa y masa muscular no es la adecuada.
Qué hay más allá de la báscula y por qué no se habla de eso
Durante años hemos pensado que el peso ideal era aquel que nos situaba dentro de unos márgenes establecidos en tablas como el índice de masa corporal (IMC). Sin embargo, cada vez más expertos coinciden en que estas fórmulas son limitadas. ¿Por qué? Porque no distinguen entre músculo y grasa.
Imagina dos personas que pesan exactamente 65 kilos. Una de ellas hace ejercicio regularmente, tiene buena masa muscular y poca grasa. La otra lleva una vida más sedentaria y acumula mayor porcentaje de grasa corporal. Aunque ambas tengan el mismo peso e incluso el mismo IMC, la primera tendrá probablemente un mejor estado de salud, más energía y menos riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas. Esa es la importancia de mirar qué hay detrás del número de la báscula.
De qué está hecho tu cuerpo
La composición corporal suele dividirse en:
- Masa magra: incluye músculos, huesos, órganos, agua y tejidos libres de grasa. Es fundamental para mantener un metabolismo activo, proteger nuestros huesos y sostener la fuerza física.
- Masa grasa: la energía que el cuerpo almacena en forma de tejido adiposo. Un cierto porcentaje es esencial para la salud hormonal, la protección de órganos y el correcto funcionamiento del organismo. Sin embargo, un exceso puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y problemas articulares.
El equilibrio entre ambas masas es lo que determina el estado real de nuestra salud corporal.
Por qué la composición corporal es más importante que el peso
La clave está en que el peso no revela la calidad de lo que llevamos dentro. Puedes perder kilos y seguir perdiendo músculo en lugar de grasa, lo que a la larga empeora tu salud y ralentiza tu metabolismo. En cambio, mejorar tu composición corporal significa aumentar tu masa muscular y reducir la grasa en exceso, incluso si el número en la báscula no cambia demasiado.
De hecho, muchas personas que inician un plan de ejercicio descubren que no bajan tanto de peso como esperaban, pero sí notan que su ropa les queda mejor, tienen más energía y se sienten más fuertes. Eso es porque han reducido grasa y ganado músculo, aunque el peso total se mantenga.
Cómo medir tu composición corporal
Hoy en día existen distintas formas de medirla, más allá de la báscula convencional:
- Básculas de bioimpedancia: cada vez más accesibles, utilizan una corriente eléctrica muy ligera para estimar el porcentaje de grasa, agua y masa muscular.
- Pliegues cutáneos: medidos con un plicómetro por profesionales, ofrecen un cálculo del porcentaje de grasa subcutánea.
- Densitometría (DEXA): una de las pruebas más precisas, que analiza huesos, grasa y músculo mediante rayos X de baja radiación.
Lo ideal es combinar estas mediciones con el seguimiento de hábitos y sensaciones físicas.
