Antes de que las estanterías de perfumerías se llenaran de lanzamientos virales y colecciones por temporada, el maquillaje ya formaba parte de la vida cotidiana. Desde el Antiguo Egipto hasta el Imperio Romano, pasando por Grecia o la Edad Media, el arte de embellecer el rostro tiene una historia mucho más larga de lo que pensamos.
Aunque los productos de hoy en día se formulan con ingredientes dermatológicamente testados y con mucha más seguridad, la finalidad del maquillaje ha sido la misma desde siempre: destacar ciertos rasgos, disimular otros y, en muchas ocasiones, enviar un mensaje social, político o incluso espiritual. Y sí, también había eyeliner. Solo que en lugar de un trazo preciso con punta de fieltro, se aplicaba con palitos de madera o hueso.
En este artículo de Primor repasamos cómo se maquillaban en las principales civilizaciones antiguas y qué productos utilizaban para ello.
Dónde se utilizaba el maquillaje en la Antigüedad
Maquillaje en el Antiguo Egipto
Fue una de las civilizaciones más influyentes en cuanto a estética y cosmética. Tanto hombres como mujeres usaban maquillaje a diario. El más icónico: el delineado de ojos con khol, una mezcla de galena triturada (un mineral con plomo) y grasa animal o aceites. No era solo decorativo: se usaba para proteger los ojos del sol y evitar infecciones.
También se aplicaban sombras de ojos en tonos verdes (a base de malaquita), y se teñían los labios y mejillas con pigmentos vegetales, como el ocre rojo o extractos de algas y bayas. El maquillaje tenía connotaciones religiosas y se aplicaba con utensilios tallados en piedra o madera.
Grecia y Roma: la piel clara como símbolo
En Grecia, la belleza ideal era una piel muy blanca, casi pálida. Esto se conseguía con polvos de tiza o plomo blanco, aunque con el tiempo se descubrió que estos ingredientes eran bastante tóxicos. Usaban también jugo de moras o vino reducido para dar color a los labios y mejillas. El maquillaje no era tan evidente ni recargado como en Egipto, pero sí tenía un fin estético muy claro.
Los romanos heredaron muchas de estas costumbres. También valoraban la piel clara y las mejillas ligeramente sonrojadas. Usaban productos hechos a base de grasa animal y pigmentos naturales. El eyeliner también existía, aunque con menos protagonismo que en Egipto. Los ungüentos perfumados y los aceites con fines hidratantes o aromáticos eran muy comunes.
India y Asia: tradición milenaria
En la India, los cosméticos tradicionales se mezclaban con rituales religiosos. El kajal (similar al khol egipcio) se sigue utilizando hoy en día. Era habitual el uso de cúrcuma para embellecer y tratar la piel, además de aceites esenciales. El bindi (el punto rojo en la frente) también tenía un significado espiritual y decorativo.
En China, el maquillaje también tenía un papel relevante. Las mujeres de clase alta se pintaban el rostro con polvo de arroz y usaban extractos de flores y minerales para dar color a labios y mejillas. El rojo era uno de los tonos más utilizados, asociado al bienestar y la fortuna.
Edad Media y Renacimiento en Europa
Durante la Edad Media, el maquillaje fue rechazado por la iglesia, y su uso se consideraba un pecado asociado a la vanidad. Aun así, se seguían utilizando remedios caseros para aclarar la piel, como mezclas de vinagre y plomo, algo muy dañino. El ideal de belleza era una piel pálida y sin imperfecciones. El maquillaje era casi invisible.
En el Renacimiento, el maquillaje volvió poco a poco, sobre todo en la corte. Las mujeres aplicaban polvos blancos en la cara, carmín en los labios y colorete en las mejillas. Todo de forma muy sutil. El objetivo seguía siendo aparentar salud, juventud y estatus social.
Siglos XVIII y XIX: exageración y discreción
En el siglo XVIII, especialmente en Francia, el maquillaje volvió con fuerza. Los rostros empolvados, los lunares postizos y los coloretes marcados eran signo de riqueza. Los hombres también los usaban. Las fórmulas seguían incluyendo ingredientes como el plomo y la cera, que podían causar serios problemas de piel.
Sin embargo, con la llegada del siglo XIX y el auge del puritanismo, se consideraba que una mujer “decente” no debía maquillarse. Aun así, se seguían utilizando bálsamos labiales, tintes naturales y polvos discretamente, muchas veces en casa y sin que fuera evidente en público.
El maquillaje ha evolucionado mucho, pero su función como herramienta de expresión, poder o estética no ha cambiado tanto. Hoy, con más conocimiento y tecnología, disfrutamos de productos seguros, eficaces y variados. Pero no está de más recordar que lo que hoy usamos con un solo clic, en la antigüedad se elaboraba a mano y con ingredientes naturales (y a veces peligrosos).
