El invierno tiene una belleza propia: montañas blancas, aire puro, mejillas sonrosadas y esa sensación de libertad que solo da la nieve. Pero, aunque la experiencia sea inolvidable, la piel no siempre piensa lo mismo.
Tras un día de esquí, senderismo invernal o simplemente de exposición prolongada al aire helado, la piel puede quedar tirante, deshidratada, irritada y con rojeces. El frío extremo, el viento, la altitud y el sol reflejado en la nieve forman una combinación que exige cuidados específicos para restaurar el equilibrio cutáneo.
Hoy en el blog de Primor te contamos cómo recuperar la piel después de un día intenso de invierno, con pasos sencillos y productos que la devolverán a su mejor versión.
Por qué el frío daña tanto la piel
Las bajas temperaturas reducen la producción natural de sebo, debilitando la barrera hidrolipídica, que es la capa protectora que evita la pérdida de agua. Además, el viento acelera la evaporación de la hidratación, y el sol —que en la montaña es especialmente intenso— provoca inflamación y oxidación celular.
El resultado es una piel seca, sensible, apagada y a veces con sensación de quemazón. Es lo que se conoce como burning skin o piel quemada por el frío, un fenómeno más común de lo que pensamos.
La buena noticia es que, con los productos adecuados, la piel puede recuperarse rápidamente.
Cómo cuidar la piel después de hacer ski
1/ Limpieza suave y reparadora
Después de un día de frío intenso, la piel necesita una limpieza que no arrastre más de lo necesario. Evita geles espumosos o astringentes y apuesta por bálsamos limpiadores, aceites o leches desmaquillantes que hidraten y calmen desde el primer paso.
- Consejo: utiliza agua tibia, nunca caliente. El contraste térmico puede empeorar la irritación.
2/ Recupera la barrera cutánea con hidratación profunda
El paso más importante es reponer el agua y los lípidos que la piel ha perdido.
Aplica la crema con un masaje lento y suave para mejorar la circulación, sobre todo en mejillas y nariz, zonas especialmente castigadas por el frío.
3/ SOS inmediato: mascarillas calmantes
Si la piel está especialmente irritada o enrojecida, las mascarillas efecto rescate son tus mejores aliadas. Úsalas durante 10-15 minutos para reducir la inflamación y devolver la suavidad al rostro.
- Tip: guarda la mascarilla en la nevera para potenciar el efecto calmante.
4/ No olvides los labios (los más castigados)
Los labios carecen de glándulas sebáceas y son los primeros en sufrir con el frío. Aplica un bálsamo nutritivo con karité, miel o cera de abejas varias veces durante la tarde y antes de dormir. Si están muy agrietados, opta por bálsamos reparadores intensivos o regeneradores nocturnos.
5/ Contorno de ojos: la zona más fina y vulnerable
El viento frío puede irritar aún más esta parte, por lo que aplicar un contorno con ácido hialurónico, cafeína o ceramidas ayuda a reducir inflamación y prevenir descamación.
6/ Repara también el cuerpo
No solo la cara sufre: las manos, los antebrazos y las piernas también pueden quedar secas. Aplícales una loción corporal rica en lípidos, y si tienes grietas en las manos, usa una crema con urea o ingredientes regeneradores.
7/ Un extra imprescindible: beber agua
Tras un día en la nieve, la hidratación externa no es suficiente. El frío suele reducir la sensación de sed, pero el cuerpo se deshidrata igual o más que en verano. Bebe agua, infusiones o caldos para ayudar a la piel a recuperarse desde dentro
8/ Al día siguiente: protección solar sí o sí
Aunque ya no estés en la montaña, al día siguiente la piel sigue sensible. Y necesitas un protector solar de amplio espectro, porque las rojeces y la piel irritada son más vulnerables a los daños UV.
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